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Blue Moon - Serie {DBSK/Otros/+18/Sobrenatural}

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Mensaje por Lyenever Mar 16 Oct 2012 - 21:02



Personajes/Pareja: JaeJoong, Yunho, Junsu, Yoochun, Changmin, Bi Rain, Shin Min Ah. // YunJae
Rating: +18.
Género: Romance, Sobrenatural, Universo Alternativo, Angst, Violencia.
“¿Realmente creías que solo eran sueños o pesadillas provocadas por mentes demasiado fantasiosas? Error. Un error que puede llegar a ser fatal. Mira de nuevo, observa una vez más a tu alrededor, fíjate en cada uno de los detalles que te puede dar una pequeña pista de lo que en realidad está sucediendo. ¿Ves a ese hombre demasiado pálido de allí? ¿O aquel que en su mirada refleja algo más que simple pasión? ¿Qué me dices de aquella mujer que siempre tiene suerte, pase lo que pase, como si estuviera tocada por los hados? Oh, vamos, no seas tan ciego como el resto de los humanos y sé capaz de mirar más allá de una realidad que está rompiéndose a pedazos a cada segundo que pasa”.
Disclaimer: Por mucho que me gustaría lo contrario, se pertenecen a ellos mismos.

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Blue Moon - Prólogo



El sol caía lentamente, sin prisa pero sin pausa, como llevaba sucediendo desde que el mundo era mundo. Aquella noche, sin embargo, era especial. Era la segunda luna llena del mes con todo lo que eso significaba. No era algo que sucediera a menudo, pero tampoco un hecho tan extraño como algunas personas podían pensar. A esa segunda luna llena se la conocía como “Luna Azul”, una luna en la que todo podía ser posible. Una Luna que algunos consideraban peligrosa porque aumentaba, de manera significativa, la violencia en la calle, los ataques de locura, los problemas de todo tipo que hacían que la sociedad pudiera llegar a terminar mal, muy mal. No se sabía la razón y los escépticos decían que era algo sin ninguna base científica, que no había nada diferente esa noche y que lo que sucedía era que se dejaban influenciar por la publicidad negativa que ese día tenía para muchos.

En cambio había una parte de los habitantes de aquella ciudad que sabían que era real, demasiado real. Los influjos de la Luna afectaba de manera especial a determinadas personas. Mientras que para el resto de la sociedad no era más que algo anecdótico, quizá un comentario en broma en el lugar de trabajo, para otros era una realidad que había que tomar en cuenta y temer. Era una Luna de Invierno, no demasiado poderosa, pero sin embargo lo suficiente como para hacer que se tomaran en cuenta una serie de restricciones que no podían pasar por alto. El mantenerse dentro de sus hogares y no salir era uno de ellos. Estaban preparados para mantenerse a salvo, para alejar de la mejor manera posible la tentación que era la Luna para ellos.

Lentamente la oscuridad comenzó a tomar el control de la ciudad. Las luces eléctricas hicieron acto de presencia mientras el Sol se alejaba, llevándose con él la seguridad de las horas diurnas. Ciegos a lo que sucedía a su alrededor, los humanos buscaban de manera instintiva la seguridad de sus hogares. Las sombras se habían relacionado con sus peores miedos, con sus peores pesadillas, como si de alguna manera supieran que no estaban solos cuando caía la Noche. Era un miedo instintivo a lo que no se podía ver ni entender, un miedo que había hecho que se formaran leyendas que intentaban advertir de que había monstruos que podían aparecer debajo de la cama o en el armario, que había seres sedientos de sangre que salían para satisfacer sus necesidades o seres mitad humanos mitad bestias que con la luz de la Luna Llena mostraban su verdadero rostro, destrozando a todo aquel que se pusiera en su camino. Leyendas que prevenían que era inseguro caminar a partir de determinadas horas y que la Luna Llena no era solo un espectáculo para ver por la noche, sino que traía consecuencias.

Sin embargo, aquellas advertencias parecía que habían quedado en saco roto en una sociedad como era la de principios del siglo XXI. Las nuevas tecnologías habían hecho que pasear por la noche se pudiera hacer con la misma claridad que se hacía a la luz del día. La electricidad había sido una baza para vencer esos miedos endémicos. ¿Qué había que temer cuando la luz iluminaba cada uno de los rincones de la ciudad haciendo que pareciera que se estaba en pleno día? ¿Por qué preocuparse por seres que sólo habitaban en la fantasía de los más ancianos? Era una verdadera estupidez y la gente más joven hacía tiempo que se había olvidado de las advertencias de los mayores. Habían adoptado como algo normal que eran simple fantasía. La literatura, la música, el cine, habían sido los causantes de este descreimiento que hacía que se olvidaran de todo lo que habían enseñado.

—Estúpidos, estúpidos humanos. —susurró el hombre mientras se apoyaba en la barandilla de su ático de lujo en uno de los lugares más céntricos de Seúl mientras observaba cómo se movían bajo su mirada. como si fueran pequeñas hormigas que podía aplastar con su pie si así lo deseaba.

“¿Realmente creías que solo eran sueños o pesadillas provocadas por mentes demasiado fantasiosas? Error. Un error que puede llegar a ser fatal. Mira de nuevo, observa una vez más a tu alrededor, fíjate en cada uno de los detalles que te puede dar una pequeña pista de lo que en realidad está sucediendo. ¿Ves a ese hombre demasiado pálido de allí? ¿O aquel que en su mirada refleja algo más que simple pasión? ¿Qué me dices de aquella mujer que siempre tiene suerte, pase lo que pase, como si estuviera tocada por los hados? Oh, vamos, no seas tan ciego como el resto de los humanos y sé capaz de mirar más allá de una realidad que está rompiéndose a pedazos a cada segundo que pasa”.

—Al menos algunas veces dicen cosas con un poco de sentido. —comentó para sí con clara ironía el hombre girándose para cambiar el canal de la radio que estaba escuchando. Pronto la música clásica se comenzó a escuchar en los rincones de aquel lugar.—Aunque sean simples desvaríos de un pobre loco de una cadena de prensa amarilla. ¿Quién te va a tomar en serio? —se burló del locutor como si este fuera capaz de escucharlo.

Alzó entonces el rostro hacia esa luna que comenzaba a alzarse en el cielo nocturno y una pequeña sonrisa curvó sus carnosos labios rojizos que contrastaban con total claridad con la tez demasiado pálida, demasiado perfecta para ser humana. Luna Azul. El momento perfecto, la noche en la que todo el mundo parecía que había perdido la cordura. La policía y el hospital estarían tan ocupados aquella noche que sentirían que todo se les iba encima. Y sabía que iban a tener más de un caso “sin resolver” por falta de pistas, por imposibilidad de hechos, porque era prácticamente una locura lo que las pistas decían, imposible de conciliar con lo que la lógica dictaba.

Oh, bendita racionalidad que impedía que vieran lo que había más allá de sus propias narices y de sus consideraciones. Era tan fácil que a veces resultaba extremadamente aburrido. ¿Dónde estaban esos humanos de hacía siglos que intuían lo que pasaban y sabían que tenían que tener cuidado cuando salían por la noche? Se habían esfumado. Cada vez eran más los que se mofaban de los conocimientos antiguos, los que consideraban que su existencia no era más que fantasías estúpidas para asustar. No estaba muy seguro si aquello era algo que le gustaba o que le jodía, golpeando directamente a su ego. Y de eso tenía mucho.

La noche se presentaba delante de él como un regalo que estaba dispuesto a disfrutar, a tomarla con sus manos y exprimirla sacándole todo el jugo que pudiera. Quizá hasta de manera literal. Una nueva sonrisa se deslizó por sus labios, pero no llegó a iluminar esos ojos rasgados y oscuros que miraban con demasiada frialdad a su alrededor. Sí, aquella noche era perfecta para hacer todo aquello que no hacía de forma habitual por miedo a las represalias. ¿Había dicho miedo? En realidad esa era la excusa que ponía; la realidad era que después había que limpiar demasiado y él no estaba dispuesto a ensuciarse las manos en aquellos asuntos tan mundanos.

Sin más, se internó en el interior del apartamento y salió del lugar dejando tras de él el sonido de la música que se encontraba en el hilo musical y que no se había molestado siquiera en apagar.
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Mensaje por Lyenever Lun 22 Oct 2012 - 21:55

Blue Moon - Capítulo I

—Maldita sea.

La maldición se escuchó con demasiada claridad en mitad de aquel callejón apenas iluminado. El hombre se incorporó en toda su estatura de su posición semi acuclillado y miró a su alrededor como si estuviera buscando algo. Los ojos brillaron por un momento en un color dorado acostumbrándose a la falta de luz. Aquel era uno de los peores lugares en los que podía encontrarse en Seúl y lo sabía. El olor a suciedad lo llenaba todo, pegándose a su piel, a su pelo y a sus ropas como si fuera una capa de la que estaba deseando desprenderse. Esa era una de las razones por las que prefería vivir mil veces fuera de la urbe o en algún lugar donde la contaminación no llegara a los extremos de aquel lugar. Apretó con fuerza la mandíbula al tiempo que comenzaba a dirigirse hacia la salida del callejón con largas zancadas.

Su olfato le indicaba que no estaba allí. Un gruñido de pura frustración se desprendió de lo más profundo de la garganta apretando por un momento el puño derecho. ¿Cuánto tiempo llevaba siguiéndolo? Lo suficiente como para perder gran parte de la noche. Se sentía inquieto, demasiado, mucho más de lo que era habitual en él que estaba acostumbrado a mantenerse en calma en cualquier situación. Aquello tenía que cambiar y lo sabía, tenía que tranquilizarse antes de que todo se le fuera de las manos. De forma instintiva alzó el rostro hacia el cielo donde la Luna brillaba de forma amenazante en todo su esplendor. Jamás había entendido a aquellos que adoraban a ese astro que podía ser tan atemorizante, o más, que una pistola apuntándolo. La respetaba, pero no se hincaba de rodillas para ofrecerle su vida como había visto hacer a algunos de sus congéneres.

Selene, como la llamaban algunos de sus hermanos europeos, era una zorra que podía llevarse lo mejor de un hombre en una sola noche. Podía cambiarlos hasta destrozar por completo sus códigos de conducta y desnudarlos mostrando la bestia que habitaba en su interior. Aquellos cachorros que no tenían la fuerza suficiente estaban por completo indefensos delante de su poder y de su atracción, que ejercía sobre todos y cada uno de ellos de forma implacable. Algunos habían aprendido a superarlo, a ser más fuertes que sus insinuaciones y habían conseguido vivir sus vidas lejos de su influencia. Sin embargo, todos y cada uno de ellos alzaba el rostro para verla por las noches al menos una vez, como si el susurro de la amante perdida volviera a acariciar sus oídos provocando un escalofrío que no podían contrarrestar y que muchos anhelaban sentir recorriendo cada palmo de su piel.

Sus pasos le sacaron del callejón comenzando a bajar con rapidez por una de las tantas escaleras que se encontraban en aquella zona de Seúl. Era un barrio lo suficiente tranquilo como para no cruzarse con nadie, por el momento. Al menos en ese lugar parecía que los humanos eran todavía lo suficiente inteligentes como para estar encerrados en su casa manteniéndose a salvo de lo que estaba sucediendo en el resto de la ciudad. Su fino oído podía escuchar con claridad cómo coches de la policía y ambulancias recorrían la urbe un poco más abajo. Seguramente algún tiroteo entre bandas, un encuentro desafortunado que no tenía nada que ver con la vida sobrenatural de la ciudad. O, al menos, eso esperaba.

Lo olió antes de verlo. Allí estaba de nuevo, un poco más adelante en otro de los tantos callejones que marcaban aquella zona en especial de la capital coreana. Maldijo brevemente. Se movía con rapidez y tenía que hacer lo mismo si no quería volver a perderlo. La sangre comenzó a bombear con fuerza, acelerando su corazón y dándole la rapidez que necesitaba. La figura del hombre fue apenas un borrón en apenas unos segundos mientras corría con la velocidad que solo los de su raza podían llegar a alcanzar. Saltó por encima del capó de un coche aparcado y se adentró sin pensar en las consecuencias en un callejón que se encontraba incluso peor iluminado que aquel del que había salido apenas unos minutos atrás.

Sintió cómo la oscuridad le engullía y cómo sus ojos cambiaban de forma automática para adaptarse a la misma, tomando por un instante un brillo dorado como lo habían hecho antes. Aquello provocaba un ligero dolor en el fondo de su cabeza pero no le importaba. No, ese no era el momento de pensar en aquello, sino en aquella otra figura que se encontraba unos metros más allá. Sabía quién era, lo conocía, había visto cómo crecía. Era una especie de hermano pequeño y, sin embargo, aquella noche sabía que tenía que cazarlo. Pudo ver el reconocimiento en aquella mirada oscurecida, en aquellos labios que se curvaron en una media sonrisa.

—Oh... pero si han enviado el perro a cazarme. —la voz burlona provocó que el hombre se tensara mientras observaba al otro hombre más joven, deteniéndose en cada uno de los movimientos.
—Tú mismo has provocado esto, Hwan, en el mismo momento que rompiste todas las reglas.
—Y tú siempre las sigues, ¿verdad Jung? —el tono sedoso de su voz provocó que sus ojos se entrecerraran un poco más. —Siempre serás el perro de caza que impide que las manos del Alfa se ensucien. Siempre harás todo lo posible por evitar que su señoría sea el que tenga que ejecutar sus sentencias.

Ese tono burlón provocó un nuevo gruñido en el hombre que se encontraba cada vez más alterado. A pesar de lo que pudieran decir muchas leyendas, el ser que tenía delante era capaz perfectamente de razonar, al menos en ese momento completamente saciado. El frenesí ya había pasado por completo y solo quedaba la satisfacción que esto provocaba, el pequeño letargo que hacía que todo fuera mucho mejor, como el que se metía un chute de alguna droga dura. Sin embargo, no significaba que no fuera peligroso ni mucho menos. En ese momento sabía que era mucho más fuerte que él, que tenía una energía desmedida y que podía hacer que todo se tambaleara a su paso, incluso su propia voluntad, si se enfrentaba a él.

—Tiene otros asuntos mucho más importantes que atender que dedicarse a poner un correctivo a cachorros imprudentes.

El gruñido que aquel comentario provocó en el otro hizo que Yunho esbozara una lenta sonrisa mientras se preparaba para lo que iba a pasar a continuación. Era uno de los mejores en lo suyo, era la mano derecha del Alfa. Un lobo solitario que se alejaba de la manada únicamente para volver a acercarse a ella en momentos como aquel, en el que sus servicios eran requeridos. Se trataba de uno de los mejores rastreadores que tenían y todo el mundo sabía que si Jung te estaba siguiendo el rastro estabas perdido.

Hwan no era estúpido, había aprendido junto al mayor muchas de las cosas que sabía puesto que él mismo iba a formar parte de ese grupo exclusivo que velaba por que las reglas no fueran rotas y si sucedía, entonces tomar represalias. Al menos lo había sido en una vida que le parecía cada vez más lejana. Los ojos completamente negros, en los que no había ni rastro de blanco, observaron con atención al hombre que tenía delante. Se sentía fuerte, poderoso, saciado. Un gruñido gutural salió de nuevo de su garganta mientras notaba cómo el cambio seguía su proceso, cómo su cuerpo aumentaba de tamaño, cómo su cuerpo crecía en musculatura hasta el punto de que la ropa se rasgó por completo.

—Ya comenzaba a aburrirme.

Las palabras burlonas del rastreador hicieron que el cachorro soltara un gruñido más fuerte y que sin pensar en las consecuencias se lanzara hacia delante dispuesto a destrozarle en su camino. Jung se movió entonces hacia un lado esquivándolo con la habilidad que había adquirido con el paso de lo años y de enfrentamientos similares a aquel. Tenía cicatrices en el alma que mostraban aquello, aunque no todo el mundo pudiera llegar a verlas o reconocerlas. La primera patada, directa hacia la rodilla de su adversario, no llegó a golpear por apenas unos milímetros y tuvo que agacharse hasta rodar por el suelo, incorporándose unos metros más allá, para evitar que las garras del ser le arrancaran la cabeza.

Sonrió. Una sonrisa que no implicaba nada bueno sabiendo que era su turno. Pronto el lugar se inundó de gruñidos y quejidos, de golpes que destrozaban carne y llegaban hasta el hueso, de zarpazos que destrozaban ropa y hacían manar la sangre en borbotones, como si de una fuente se trata. Un gemido de puro dolor se escapó de los labios del rastreador cuando las garras del otro desgarraron su espalda con violencia, arrancando en el camino ropa y carne. La carcajada sobrenatural que acompañó a este gesto le indicó que la poca cordura que el cachorro hubiera podido mantener después del banquete que se había dado aquella noche de sangre y carne humana, había desaparecido por completo.

Ya no era Hwan, el hermano pequeño que él conocía, ahora era una aberración que tenía que desaparecer de la faz de la tierra. Había sido tocado por la mano del Corruptor y por esa razón tenía que hacer todo lo posible por llevarlo al ciclo natural una vez más. Su propio cuerpo comenzó a crecer, notando cómo los huesos se rompían y alargaban, cómo el cuerpo comenzaba a convertirse en una de las peores pesadillas que los humanos imaginaban cuando en el pasado se reunían alrededor del fuego para contar las leyendas que los atemorizaban, susurradas a media voz. El vello negro, como la noche, comenzó a cubrir todo su cuerpo y pronto, donde hacía unos instantes había un hombre, se encontraba una criatura que se alzaba casi hasta los tres metros, con cabeza de lobo y un aspecto humanoide que hizo que el otro ser se encogiera por un segundo de temor reconociendo la supremacía del ser que tenía delante de él antes de comenzar un cambio muy similar al que acababa de suceder.

Blanco contra negro, luz contra oscuridad, se encontraron cara a cara. Sin embargo, las apariencias engañaban. Desgarros y huesos fracturados, sangre que empapaba un suelo tan sucio que seguramente nadie se daría cuenta de lo que había sucedido en ese lugar al día siguiente. Nadie tendría el coraje de adentrarse en ese lugar. Si había alguien despierto en ese lugar a esas horas, seguramente habría cerrado con firmeza las ventanas, bajado las persianas y procurado ignorar los aterrorizantes sonidos que se escuchaban provenientes de ese lugar.

El lobo negro hundió con firmeza sus garras en el vientre del otro, desgarrando piel, músculo y carne, tirando hasta provocar una herida mortal. El otro cuerpo comenzó su transformación inversa después de que el pelaje blanco comenzara a empaparse de su propia sangre durante unos segundos, al menos antes de que volviera a ser un simple humano delante de un monstruo lleno de sangre y heridas. Las manos del caído aferraban su vientre, manos llenas de sangre y una mirada que se alzó confundida hacia arriba, hacia ese otro hombre que se encontraba delante de él donde hacía unos instantes se encontraba una bestia de pesadilla.

—No...
—Sabías lo que sucedería si rompías las normas, cachorro.
—Ten piedad, no volverá a suceder. —susurró con voz entrecortada mirando al menor, una mirada que recordaba a la persona que había sido antes de aquella noche.

Jung Yunho se acuclilló para ponerse delante de él. Sabía demasiado bien lo que tenía que hacer, lo más rápido posible, antes de que las heridas comenzaran a sanarse como estaba pasando con las suyas. Sabía que tenía que acabar con aquello, evitarle a él el sufrimiento de ver cómo la vida se escapaba de entre sus manos al mismo tiempo que su naturaleza buscaba salvarlo. Sin embargo, en aquella mirada podía ver al hermano que había visto crecer, al cachorro que había enseñado y que había estado a punto de convertirse en una de sus manos derechas. Por esa razón intentaba no acercarse a los demás, porque en el momento en el que tenía que convertirse en el rastreador no podía dejar que los sentimientos y emociones se mezclaran con aquello que tenía que hacer.

—Lo volverías a hacer, cada una de las noches de Luna Llena, Hwan, y lo sabes. —el miedo que había en la mirada del otro hizo que le mirara con algo que parecía pena mientras se volvía a incorporar una vez más. —Y no podemos permitir que suceda algo así.

Extendió el brazo derecho entonces, alzando la manga de la camiseta negra que llevaba puesta y que había vuelto a aparecer en su sitio después de la transformación. Era uno de los tantos fetiches que llevaba anclado a su cuerpo y que los chamanes habían conseguido que fuera así. Allí, en el antebrazo de su brazo izquierdo el tatuaje en forma de daga con símbolos antiguos pareció brillar por un momento cuando el hombre deslizó sus dedos por encima de este. El tatuaje desapareció entonces de la piel del rastreador mientras miraba al otro que se encontraba de rodillas delante de él, esperando la sentencia y al mismo tiempo suplicando por su vida. Una súplica que él no había atendido cuando destrozó y devoró los cuerpos de aquella familia dos días antes, cuando el poder de la Luna Azul había descendido como una maldición sobre él, cuando se había dejado llevar por el Corruptor y había caído en la espiral de muerte y destrucción que los había llevado hasta ese momento. Ambos sabían lo que iba a suceder a continuación cuando el filo acerado brilló alzándose en la noche y descendió en un arco que provocó que cabeza y cuerpo se escindieran, rodando la primera unos metros más allá, en un corte limpio que hablaba de fuerza, pero también de demasiadas ocasiones en las que había tenido que hacer algo similar.

—Que Ella tenga a bien acogerte en su seno. —susurró el rastreador, limpiando en la ropa del otro la sangre que se había pegado al filo.

Pasó entonces por encima del cuerpo del caído al tiempo que dejaba que la espada utilizada volviera a formar parte de su propia piel, notando cómo ardía la zona cuando tomaba forma de nuevo el tatuaje. Apretó los dientes con fuerza. El lugar se encontraba invadido con el olor a la sangre y a la muerte. Un olor penetrante que impedía que cualquier otro pudiera llegar hasta su afilado olfato. Hasta el punto de que cuando escuchó los aplausos llegando desde la entrada del callejón tuvo que contener un pequeño sobresalto que, sin embargo, no pasó inadvertido para el hombre que se adentró solo unos pasos.

La tensión aumentó, una muy diferente a la que había estado presente durante todo el altercado anterior. Una tensión que hablaba de siglos de disputas y enfrentamientos. No era de extrañar que no hubiera olido nada que le pusiera en alerta de que estaba cerca puesto que el ser que tenía delante conjugaba sangre y muerte en sí mismo. La belleza de los hijos de la noche tenía en aquel ejemplar que tenía delante su máximo exponente y estaba claro que el otro lo sabía. Su rostro pálido, sus labios demasiado rojos que indicaban que se acababa de alimentar, ese cuerpo delgado cubierto por ropa negra que incluso para él mostraba que era de excelente calidad. Y después estaban sus movimientos, cada uno de ellos gritaba tan alto, que hasta un sordo podía escucharlo, una sola palabra: sensualidad.

—Ha sido un espectáculo de lo más divertido. —la voz azotó los sensibles sentidos del rastreador que se detuvo con el cadáver a su espalda.
—Me alegra ver que hemos conseguido divertirte.

La risa cantarina del ser de la noche hizo que miles de escalofríos diferentes se deslizaran por el cuerpo, demasiado sensible todavía por la transformación, del licántropo. Una risa que hizo que su estómago se encogiera de puro rechazo por motivos de raza. Vampiros y hombres lobos se habían odiado desde el inicio del tiempo, mucho antes de que incluso los hombres supieran qué era qué, quién era quién. Antes de que todas las leyendas sobre ellos llegaran a enturbiar y mancillar sus nombres, quedando unos como los seductores por excelencia, los otros como poco más que máquinas de matar sin sentimientos que únicamente buscaban hundir sus fauces en la carne humana las noches de Luna Llena.

Cuando la risa se apagó, un pesado silencio se extendió entre ambos que se miraban observándose en silencio. Una tensión tan profunda que parecía que podía ser cortada por un cuchillo bien afilado, el mismo que Yunho lamentaba que no estuviera todavía en su mano para clavarlo en el corazón del otro ser que esbozó una lenta sonrisa que no le trajo buenas sensaciones, como si hubiera sido capaz de saber qué era lo que le pasaba por la cabeza y le hiciera gracia. Aunque no se hubiera movido, el licántropo era demasiado consciente del lugar exacto en el que se encontraba y que bloqueaba su salida de aquel lugar. El cazador se había convertido en la presa y estaba seguro de algo: no se trataba de un vampiro joven, si lo fuera no hubiera sido tan estúpido como para quedarse sabiendo que había dos hombres lobo tan cerca. Su sentido de la supervivencia lo hubiera llevado en dirección contraria.

¿Quién era? Esa duda le carcomía por dentro porque su instinto le indicaba que tenía que conocerlo, que debería saber de quién se trataba. Frunció el ceño mientras que todo su cuerpo se volvió a tensar en el mismo instante en el que el otro ser se adentró en el interior del callejón con movimientos lentos y comedidos, cargados de una fuerza contenida que para alguien como Yunho, acostumbrado a analizar a sus contrincantes, estaba ahí a simple vista. Sin embargo, estaba seguro, de que la mayoría de las personas y de los otros seres sobrenaturales únicamente verían la fragilidad aparente de ese cuerpo esbelto y atlético.

—¿Vas a dejarlo simplemente ahí?
—¿Acaso te molesta? —preguntó el hombre lobo, bajando la mirada hacia el cuerpo decapitado del que hasta hacía apenas tres días era su hermano de manada.
—Tsk y después nosotros somos los que no tenemos corazón ni sentimientos. —comentó burlón el vampiro deteniéndose a apenas un par de metros de donde se encontraba Yunho, clavando sus ojos negros como la noche en el otro hombre. —Sabes quién soy, ¿verdad?

Esa pregunta hizo que todas las alarmas estallaran al mismo tiempo. Alarmas de peligro que incluso para un guerrero como era él hacían que se pusiera todavía más tenso. Esa última pregunta, esas palabras dichas con mucha más seriedad que el resto de la conversación, le indicaron de quién se trataba. No estaba delante de un vampiro cualquiera, ni siquiera delante de un anciano cualquiera. No. Su mirada se mantuvo en la del otro ser que esbozó de nuevo esa sonrisa lenta que estaba seguro de que no indicaba nada bueno. Al menos nada bueno para él.

—¿No respondes? —preguntó entonces, una vez más, chasqueando la lengua en un gesto de desagrado. —Y yo que pensaba que me encontraba delante de un guerrero inteligente, al menos esos son los rumores que me llegan de tí, Jung Yunho.
—Sé quién eres.

De nuevo ese duelo de miradas, de voluntades, de forma silenciosa. El vampiro callado esperando con expectativa lo que él pudiera llegar a decir. El hombre lobo buscando las palabras adecuadas porque ahora sabía delante de quién estaba y que a pesar de todo, a pesar de todo el odio acumulado, a pesar de toda la rabia que sentía burbujeando en el interior de su cuerpo, tenía que andar con cuidado porque no se trataba de un vampiro cualquiera. Es más, en esos momentos se encontraba delante de uno de los seres más poderosos de la ciudad. Un ser al que debería mostrar respeto por ser quién era y lo que representaba.

Sin embargo, Yunho no había llegado a la posición que tenía por haberse hincado de rodillas ante nadie, ni siquiera ante aquella a la que sus hermanos adoraban y muchas veces era considerada como una diosa. Ni siquiera los suyos habían conseguido doblegar su voluntad, muchas veces a base de latigazos y de ordalías de todo tipo que intentaban controlar un carácter demasiado impulsivo, demasiado solitario para el bien de la manada y de él mismo. Los lobos solitarios no sobrevivían de forma habitual. Los lobos solitarios eran encarcelados o dado caza porque rompían con todo lo que implicaba la sociedad en la que habían nacido. Los lobos solitarios eran una amenaza que había que erradicar y sin embargo Jung Yunho había conseguido ocupar un puesto de importancia dentro de la cultura de los licántropos cuando él mismo se aislaba de sus hermanos.

—Sé quién eres. —volvió a repetir entonces, mientras lo miraba con una calma que en realidad no sentía. En vez de inclinar el rostro como debería haber sido lo apropiado, el orgulloso hombre lobo se alzó en toda su estatura que superaba por unos centímetros la del vampiro. —Eres Kim JaeJoong. —los ojos del aludido brillaron entonces rojizos durante un instante al escuchar su nombre de labios del licántropo. —Dueño del “Blue Moon” y uno de los vampiros más ancianos de la ciudad de Seúl.
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